Vivimos en una era definida por una paradoja fundamental: mientras el acceso a la información es casi infinito, nuestra capacidad para comprender las fuerzas que la moldean parece disminuir. Esto nos obliga a plantear una pregunta incómoda: ¿estamos realmente alfabetizados para el mundo en que vivimos? La respuesta exige una redefinición radical de lo que significa "saber leer" en el siglo XXI.